La Residencia para menores tutelados "San Francisco de Asís" es un recurso financiado por la Comunidad de Madrid y que se lleva a cabo gracias también al apoyo económico de los Capuchinos. La residencia es gestionada por AFAS, una asociación con un largo recorrido de más de diez años, que ha experimentado no solamente en la gestión de recursos sociales sino en modos de relación entre los capuchinos y el laicado.
Inma Martín, (nos dice que Inmaculada suena muy serio), es además de miembro de la Junta directiva de la asociación, directora o responsable de la Residencia. Al hilo de una reunión en la que definimos los proyectos presentes y futuros de AFAS, nos cuenta su experiencia personal en esta residencia, que califica como una montaña rusa de emociones, donde lloras y ríes por igual.
Aunque algunas personas ya conocen vuestro trabajo, cuéntanos brevemente como surge AFAS.
La Asociación Franciscana de Apoyo Social surge en Salamanca al amparo de la fraternidad capuchina. Primero surgió como una respuesta conjunta de un grupo de voluntarios y de frailes que decidieron atender un comedor para pobres, para personas sin hogar. Este lugar se llamaba “Punto de encuentro” y atendía de una forma sencilla a las personas que querían acudir. Esta obra estaba acompañada de un grupo de oración y vida. De ese grupo surgió con el tiempo la inquietud, la necesidad, de ir más allá, de hacer algo más, y por eso se llega a la “misión compartida”.
La misión compartida vinieron a hacerla a Madrid. Una vez en el Pardo comenzaron el proyecto de jóvenes inmigrantes. Laicos y frailes vivían en el convento y llevaban un mismo ritmo, una misma vida. Al comienzo atendían inmigrantes mayores de edad, sin papeles y fueron surgiendo algunas dificultades en el proyecto.
Con el tiempo surgió la posibilidad de firmar un convenio con la Comunidad de Madrid para instaurar una residencia de menores y debido a los problemas que a veces conllevaba el proyecto inicial de jóvenes inmigrantes, y debido también a la necesidad de buscar un proyecto más sostenible y que también fuera financiado por entidades externas, se apostó por ello.
¿Entonces la residencia infantil no fue la primera apuesta de AFAS?.
No, al comienzo se funcionó sin residencia. El primer niño o adolescente llegó el 6 de abril de 2005. Yo llegué en septiembre de 2005.
¿Qué te trajo hasta AFAS?
Yo les conocí en Salamanca. Trabajaba para Cáritas en el proyecto de personas sin hogar. Como atendíamos a la misma población con proyectos similares nos conocimos. Empezamos a colaborar en algunos casos, les di alguna formación y ahí quedó.
Con el tiempo se vinieron a Madrid y yo, por cuestiones personales también. Me llamaron cuando empezó el proyecto de la residencia y me picó el gusanillo. Estos años han sido complicados, con muchas dificultades, sin vacaciones, sin horarios, etc. pero también increíblemente gratificantes.
¿Qué hacéis actualmente en la residencia?
El proyecto ha cambiado. Al principio era un centro de menores que tenía 15 jóvenes de 15 a 18 años, además de 5 más en un proyecto de vida independiente que se gestionaba a través de habitaciones para chavales que daban muchos problemas en un contexto residencial o que tenían que trabajar la independencia desde una forma más autónoma.
La población era complicada, muy desestructurada, con problemas de adicciones, enfermedades mentales, etc. y eso nos desgastó mucho al equipo e incluso a la fraternidad.
En el 2009 se solicitó a la Comunidad de Madrid un cambio de proyecto, se concursó en el Instituto Madrileño del Menor y la Familia, y actualmente tenemos un convenio de 12 plazas, niños y niñas de 3 a 18 años.
¿Cuál es vuestro trabajo diario con ellos? Además de vivir aquí, que más hacen los niños.
No es solamente vivir. Hay una parte asistencial: darles de comer, llevarles al colegio, al médico… lo primero es cubrir sus necesidades básicas; pero la tarea más fundamental y más importante es el acompañamiento personal. Son niños que vienen de estructuras familiares muy deterioradas, con problemas muy graves, han sufrido malos tratos, abusos, han vivido situaciones de abandono físico y emocional… son niños muy dañados psicológicamente.
La tarea fundamental es el acompañamiento personal y atenderles en su crecimiento, en sus dificultades, sus miedos.
Suponemos que es difícil abstraerse de la implicación personal de Inma frente a su trabajo en la residencia; pero, ¿consideras que el dispositivo residencial es positivo para los niños?, ¿veis una mejora en la situación de cada caso?
Yo creo que sí. Han confluido muchas cosas, hemos tenido mucha suerte con el equipo educativo. Ha habido periodos en los que no había tanta implicación, porque implicarse escuece, duele. Pero ahora aportamos un plus frente a otras entidades, un plus que es el que mantiene a la residencia, su trabajo, su imagen. El proyecto es deficitario porque invertimos en el acompañamiento. No queremos tener un educador flotante sino los educadores suficientes que permitan un mejor acompañamiento a los niños.
A veces nos hemos preguntado en la asociación si el proyecto tiene sentido. Son menores tutelados y hay muchas entidades que se dedican a esto, cualquiera podría atenderles, cualquiera podría cubrir sus necesidades.
Pero no es solamente eso, el acompañamiento es fundamental.
En lo personal, si tuvieras que rescatar lo mejor, lo más positivo que te ha aportado la residencia, ¿qué sería?
He tenido muchos… he llorado mucho. De tristeza mucho, pero también de alegría. Cuando ves que los chavales superan sus dificultades…
Recuerdo una vez que lloré de alegría cuando una niña se fue de vacaciones con una familia en el marco de un programa del IMMF para hacer que niños tutelados puedan ir de vacaciones con una familia. Era la primera vez que salía alguien de la residencia… veía la esperanza, si eso salía bien se abría un campo de esperanza para esa niña: salir de la residencia, encontrar una familia, tener otro futuro completamente distinto… lo recuerdo porque fue muy bonito.
¿Y funcionó?
No, pero esto es así. Todos los días recibes una de cal y una de arena. Ahora estamos ilusionados porque a una niña se le ha asignado una familia de acogida… esperamos que salga bien.
Y si os tocara hacer autocrítica… ¿cuáles crees que son los puntos débiles de vuestro trabajo?
Somos un poco desastre a la hora de registrar las cosas. Hacemos muchas cosas que se pierden, que se olvidan, porque no somos capaces de ordenarlas, de hacerlas visibles.
El día a día nos puede muchas veces frente a la necesidad de sentarnos y de ordenar lo que hacemos.