Por un lado, están los cazadores, que se llevan a los migrantes a guetos, lugares de reunión y de alojamiento, a la espera de la salida; y los fijadores en moto, que acompañan a los convoyes como un enjambre de mosquitos y corrompen a los policías en los pasos para que puedan pasar.
En el expaís de Gadafi, las casas de crédito sirven de centros de retención y de tortura para los migrantes que no tienen dinero… publican sus fotos para extorsionar a sus parientes… eso cuando no los venden en los mercados de esclavos… Esa ruta es más peligrosa y solo suelen tomarla los migrantes más pobres.
El Mediterráneo es el foco mediático de un juego de guerra entre migrantes, traficantes, la policía fronteriza y humanitarios sin fronteras. En 2015, 1.015.078 migrantes alcanzaron el litoral europeo, mientras que otros 3.771 fueron registrados como perdidos en el mar o desaparecidos. Es decir, un 0,37%. No se puede negar la evidencia: los migrantes africanos asumen un riesgo calculado al llegar a Europa, similar a los riesgos que asumen de manera habitual en la vida que desean dejar atrás.
¿Cuántos se embarcarán rumbo a Europa antes de 2050? La única certeza es que se prepara un encuentro migratorio a gran escala entre África y Europa. El debate sobre la migración siempre ha sido virulento y corre el riesgo de serlo aún más en el futuro, pero las migraciones son tan viejas como el mundo y difícilmente van a desaparecer. El migrante no solo atraviesa el espacio, sino también el tiempo. Se encuentra a la vez fuera y en desfase horario: debe adaptarse a la hora local, que raramente es el futuro con el que había soñado. Desde el ángulo opuesto, cuando los habitantes de siempre se sienten invadidos, cortan los puentes, se vuelven a meter en su caverna identitaria y se convierten en trogloditas. La diversidad necesita partir de las similitudes y, al mismo tiempo, de las diferencias.
Hay margen para decisiones políticas africanas y europeas, idealmente de común acuerdo entre ambas. El desafío podría ser incluso una oportunidad. Pero se produce tarde y el pasado proyecta una sombra inquietante sobre el futuro. El Estado de Bienestar sin fronteras es una contradicción en los términos, similar a la de una familia universal. Una cosa es invitar a compartir las riquezas, si a uno le parece, y otra es la de compartir la capacidad de una sociedad para crear riquezas. Si fuera fácil, la ayuda al desarrollo no sería el fracaso que es y los migrantes no huirían de sus países.
El escenario de la Europa fortaleza, ya nos es familiar y parece anunciar una batalla perdida de antemano. A los que piden protección se los hecha por la puerta trasera de los palacios de justicia europeos porque la opinión pública, que se preocupa más de ardor de su humanismo personal que de las consecuencias para todos -o al menos una mayoría de opiniones públicas en la prensa-, no aprueba el refuerzo de las fronteras.
No debemos excluir un cuarto escenario: el regreso al protectorado. Dividiendo para vencer, Europa podría hacer pactos con regímenes africanos dispuestos a ayudarla a frenar el flujo a cambio de compensaciones. Ya sucede en las orillas del Mediterráneo, desde Marruecos hasta Libia.
El desafío está servido.