La jubilación, que debería verse como un tiempo libre para disfrutar, una liberación de cargas y un descanso, en demasiadas ocasiones trae para la persona recién jubilada consecuencias inesperadas que le suponen una pérdida importante de salud y bienestar. Lo que sucede, y a veces no es tenido en cuenta, es que la jubilación supone:
• Disponer de abundante tiempo vacío que es necesario ocupar.
• Una reducción de ingresos que conlleva perder poder adquisitivo.
• Mayor aislamiento social, al perderse el contacto con los compañeros de trabajo, clientes…
• Un regreso a la convivencia en el domicilio familiar las 24 horas, cuando antes gran parte de la jornada se pasaba fuera de casa. Esto trae a veces un aumento de roces y conflictos.
Para muchos, esta realidad complicada abre la puerta a la baja autoestima, la tristeza, la soledad, el vacío social, la depresión y el deterioro cognitivo. Por todo esto conviene ir preparándose con antelación a ese momento. Sobre todo, quienes viven en las zonas de cultura urbana, donde la jubilación se produce de forma brusca. Pensar que los problemas que plantea la jubilación se resolverán por sí solos es un error. Importa tener claras las tareas a realizar para vivirla lo mejor posible. Nos aconsejan los expertos:
1. No desconectar. Hay que mantenerse informado de los acontecimientos del mundo.
2. Conservar las aficiones habituales o buscar otras nuevas que nos resulten gratificantes.
3. Cuidar las relaciones con las personas que son importantes para nosotros: familiares, amigos… Es la forma de mantener una vida afectiva saludable.
4. Buscar cómo hacer una aportación a la sociedad, por ejemplo mediante un voluntariado en organizaciones de interés social; de defensa de los derechos de las personas…
5. Ejercitar el cuerpo y la mente. Mantenerlos en buena forma proporcionará bienestar y soporte a los planes y proyectos.
6. Afianzarse en nuestros valores fundamentales, entre ellos, la fe. Buscar momentos para vivirlos a fondo, porque nos sostienen.
Reflexionar sobre todo esto merece la pena. Las consecuencias de la jubilación no pueden cogernos por sorpresa.