Desde los relatos del Evangelio llama la atención que José fuera de puerta en puerta buscando un lugar en el que María pudiera dar a luz.
Por fin encuentra un lugar, un establo, un corral o cuadra donde se guarda el ganado y ahí es donde nace Jesús y es acostado en el pesebre. Así nos lo cuenta San Lucas: “dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada” (Lc 2,7).
De manera ingenua es posible que nos hayamos preguntado más de una vez cómo o por qué no había sitio para ellos. También nos hemos imaginado, cada uno a nuestra manera, cómo sería el lugar en el que nació Jesús.
En este caso, mi imaginación me lleva a concluir que el problema del sitio, de tener cabida en un lugar, es una cuestión que permanece a lo largo de la historia.
Utilizando la imagen de “no haber lugar para ellos” afrontamos o cuestionamos la realidad de la migración en nuestro mundo y en nuestro país. La Mesa por la Hospitalidad en Madrid, con motivo del día del Emigrante que se celebró el día 18 de diciembre, publicó un escrito con el título, “La última frontera. Sin citas no hay derechos”. Trata de responder a la siguiente cuestión: ¿España incumple la atención debida a los solicitantes de protección internacional y asilo?
En el texto al que hago referencia se dice que las personas que tratan de pedir asilo en nuestro país se encuentran con una última barrera o frontera: la obtención de la primera cita se retrasa por falta de medios. La respuesta que reciben es que “en este momento no hay citas disponibles”. La obtención de esta cita está tardando entre nueve y diez meses. Que se retrase esta primera cita, puerta de entrada a la regularización, equivale a que estas personas o familias se conviertan en invisibles para las administraciones. Esta invisibilidad les priva de su derecho a la ciudadanía y su situación se convierte, en muchos casos, en dramática por sus consecuencias. Por una parte, si trascurren tres meses sin tener cita, tiempo en que pueden estar como turistas, se les puede expulsar; por otra parte, al no estar reconocidos, no pueden acceder a las ayudas por la condición de refugiado y las familias se van quedando sin medios de subsistencia. Por escandaloso que resulte, NO hay citas, bien sea porque la Administración no las gestiona adecuadamente o porque no pone los medios necesarios. Se olvida sistemáticamente que, sin esa primera cita, no hay derechos.
En estos últimos meses hemos participado en una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) en la que distintos grupos cristianos y movimientos, lanzaron una campaña, “regularización ya” para obtener 500.000 firmas y llevar al Congreso de los Diputados una propuesta de regularización extraordinaria de personas migrantes para que sea debatida en los próximos meses. Muchos de nosotros hemos firmado en nuestras iglesias o a través de SERCADE (SERvicio CApuchino para el DEsarrollo). Esta iniciativa ha cumplido su objetivo pues en total se han recogido 706.739 firmas.
En nuestro país hay muchas personas que se encuentran “en un limbo burocrático”. Forman parte de la sociedad y desempeñan trabajos esenciales, pero no pueden alquilar un piso, ni firmar un contrato o tener una tarjeta sanitaria. Se dice que son esenciales, pero carecen de los derechos más básicos.
Creemos que iniciativas como estas nos ayudan a humanizar nuestro mundo y a dar paso, pequeños o grandes con los que vamos construyendo un mundo de hermanos.
Fr. Benjamín Echeverría, OFMCap
Vídeo resumen entrega de firmas:
https://drive.google.com/file/d/1k8E6s0A8xxt73cHdzZIHY376TFYaQCP8/view?usp=share_link