Suena mansamente la lluvia que viene de lejos. ¡Qué sensación tan agradable al entrar a esta casa construida con materiales selváticos! Experimentas que eres cobijado. Una cubierta tejida con hojas de shapaja te protege de la humedad de la lluvia y del sol que te abrasa.
Estás en un refugio. En un albergue franciscano.
El salmista bíblico repite constantemente:
"Tú eres mi refugio, mi escudo y protección". Al impactar las gotas de lluvia en el techo amazónico se produce un sonido que te adormece y arrulla. Hay tejados bien tupidos; hojas superpuestas en varias capas unidas por cordeles formando un manto vegetal que hace de paraguas y de sombrero.
Es un trabajo duro cortar las hojas de palmera, acarrearlas y tejerlas pacientemente. Bien tejidas estas hojas forman una cubierta que puede durar 10 años.
Bajo este techo, recuerdo a Grety, la esposa difunta de Carlos. Y bendigo a las personas que ofrecen cobijo y protección.
Existen personas lastimadas por los golpes de la vida y el ambiente que nos rodea. Al encontrar a alguien que brinda acogida te topas con un tesoro valiosísimo. Esa persona es una bendición, una auténtica medicina en el camino de la vida.
La Casa Común va construyéndose, poco a poco, día a día, con personas expertas en el arte de la acogida.
Josemari Sádaba lleva años acogiendo con paciencia y bondad a muchísima gente que se cura con la medicina de la escucha empática.
Muchas gracias Josemari.
Llakishkawan.
Jesús Eugenio Jáuregui Arbizu.
Misionero Capuchino