Juana espera con impaciencia a que llegue el lunes. Ese es el día en que recibe la visita de una xxxxvoluntaria que dedica la tarde a estar con ella. Juegan a las cartas, comentan las noticias, y conforme pasa el rato llega el momento de recordar alguna de esas historias de juventud que ya no se atreve a relatar a su familia, pues no sabe cuántas veces las habrá podido repetir.
Carmen tiene las necesidades básicas cubiertas: recibe apoyo del servicio domiciliario del ayuntamiento, tiene una buena calefacción en casa, le llevan comida y ve pasar las horas desde un sillón de última generación que le ayuda a levantarse o a inclinarse. Lo que le falta es compañía. La familia está cerca, pero no tanto como ella quisiera. A veces la televisión ayuda un poco, y aunque se ha aburrido de las novelas, siempre se entusiasma al empezar una nueva, por si resulta más interesante. ”No me importa morir”, comenta Juana de vez en cuando. “Total, ya solo soy un estorbo”.
En otro barrio cercano Tomasa, mujer alegre y muy autónoma, se niega a ir a vivir con alguno de sus hijos. “En mi casa me defiendo muy bien”, dice. Aunque en realidad hay otras razones para no marcharse de casa. Entre ellas, el miedo a que los ocupas la tomen si la deja mucho tiempo vacía. Que ya han entrado a los pisos vacíos de más abajo.
Los martes suena el timbre y Tomasa baja los tres pisos de escaleras. Sin prisa, pues tiene experiencia en caídas. Junto con una voluntaria, la misma que la acompaña todas las semanas desde hace 5 años, hace la compra y después dan un paseo. Charlan, se ríen y cantan lo que pueden. Porque Tomasa tuvo una voz muy bonita, aunque como ella dice, todo va envejeciendo.
Juana y Tomasa son dos de las mujeres que viven sus últimos años en situación de soledad. También hay hombres, pero esta realidad afecta sobre todo a mujeres.
Varias son las razones. Una, que la esperanza de vida es mayor en mujeres (86 años, frente a los 80 de los hombres).
Por esta razón, en la tercera edad hay un 34% más de mujeres (4.828.972) que de hombres (3.613.455). Y además se añade una realidad cultural y educacional: como han sido ellas las que se han encargado siempre de las labores del hogar, casi una de cada tres mujeres ancianas son capaces de subsistir solas, cuatro veces más que los hombres.
En el Voluntariado Geriátrico de Pamplona no hacemos distinción por sexo. Atendemos por igual a hombres o mujeres que sientan soledad. Pero el mundo real está así distribuido, y por tanto son sobre todo mujeres quienes son atendidas por nuestras personas voluntarias. En estos momentos atendemos en domicilio a 30 personas de las que solo 4 son hombres y unicamente uno de ellos vive solo.
Pese a que la mayoría de las personas tienen apoyo familiar, todas comparten la necesidad de compañía, que es lo que tratamos de cubrir.
El miedo a la soledad es una de las principales preocupaciones de las personas mayores. Y es un miedo real. Las prioridades familiares y las exigencias laborales, no permiten, en la mayoría de los casos, un acompañamiento suficiente a sus mayores. Tampoco los apoyos externos bastan. En esta situación, el problema de soledad es importante.
Bajo estas premisas, la respuesta de la sociedad a través del voluntariado resulta fundamental en estos tiempos.
Aquellas personas más sensibles a la situación de las personas mayores se comprometen y deciden dedicar parte de su tiempo a hacerlas sentir importantes y protagonistas. Sobre todo, su función consiste en escuchar. Estas voces que ahora quedan desechadas en los rincones de los hogares son, al fin y al cabo, la voz de la experiencia, por todas las batallas ganadas y las perdidas. La sociedad ha restado valor a esa etapa de la vida, y por tanto le dedica menos tiempo y cariño. Llegan, como decía Juana, a convertirse en un estorbo.
Desde el voluntariado geriátrico creemos en la importancia de reflexionar hacia qué sociedad queremos ir. ¿Qué prioridades nos marcamos como seres humanos? El individualismo y el éxito económico y profesional están en los puestos altos de nuestra escala de valores, lo que nos lleva a olvidar a una parte de nuestra población solo por el hecho de que ha dejado de ser autónoma y productiva.
Xabier Parra
Coordinador de SERCADE