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Punto ciego

Papá, ¿Nosotros somos pobres?

Papá, ¿Nosotros somos pobres?

Estamos en setiembre. Tarde del sábado, tomando un café con tres vecinos del barrio, Juan, Gregorio y Toñi. Son trabajadores con contratos muy precarios. Algunas veces aceptan hacer algún trabajillo de limpieza o de transporte por unos pocos euros. Hablamos del trabajo, de la imposibilidad total de salir de la pobreza y de los niños.

Gregorio cuenta, con los ojos cargados de lágrimas, cómo un día su niña de 7 años le hizo, con toda candidez, una pregunta que se clavó en el alma: “¿Papá, nosotros somos pobres?”. Tuvo que inventarse una historia diciéndole que no pasaba por un buen momento, pero que iríamos a mejor. La niña le miraba como diciéndole: “No me has respondido”.

En España hay 1.400.000 niños como la hija de Gregorio que viven en situación de pobreza severa y 2.200.000 en riesgo de pobreza. Los analistas dicen que esta pobreza es estructural. O sea: cronificada, hereditaria y que hay que acostumbrarse a vivir con ella. Como quien ha tirado la toalla.

Pero la hija de Gregorio, los dos niños de Juan y las dos de Toñi no manejan datos estadísticos. Palpan la pobreza de modos vivos: los recibos se amontonan en la mesa de la cocina, la nevera está casi siempre vacía, no hay calefacción, no se repone el material escolar, cero excursiones con la clase, las gafas nuevas no llegan, el tratamiento de las caries está pendiente, no se puede comprar el mínimo equipamiento para hacer parte de un equipo de balonmano, no hay para un bañador en el verano porque tampoco hay piscina o playa. La pobreza que convive con la familia y nunca se va de casa.

Gregorio también toca la pobreza en lo concreto: “A mi niña le encanta la gimnasia. Y me pregunta: -¿Por qué no voy? Y me tengo que inventar: -No puedo porque por el horario no te puedo llevar. Pero no es problema de horario. El problema son 15 euros. Y Juan cuenta: “Ayer tuve que ir a limpiar un corral por cinco euros. Mierda a montón. Mi hijo me dice que los de su clase celebran un cumpleaños en un kebab. Son 3,5 euros. Y le tengo que decir que no puedo. Y mi hijo me mira con un brillo raro en mi mirada y me dice: -Tú siempre estás igual, que no tienes; cuando sea mayor voy a hacer lo que hacen los demás”.

La consecuencia más directa es que los niños se educan en la pobreza infantil. Dice Juan: “La educación que tú le estás dando a tus hijos es de pobreza, te adaptas a la pobreza y la ves como normal. Ellos se van a criar pasando falta”. Ese pasar falta se traduce en una ulterior desigualdad de oportunidades: los niños que nacen en España en una familia de ingresos altos ganarán un 40% más que si se crece en un hogar con ingresos bajos. La pobreza infantil significa desigualdad de oportunidades. Un niño o una niña de familia pobre no tendrá las mismas oportunidades laborales. La falta de oportunidades lastra la economía. Eso indica que lo que parece ser un problema de algunas familias es, en realidad un problema del país.

Por eso, se necesitan respuestas estructurales, políticas que, hoy por hoy, están todavía muy lejos. Si miramos a los Presupuestos Generales del Estado tendremos ahí una respuesta: el último acuerdo entre UP y el PSOE para sacar adelante unos presupuestos para el 2019 vuelven a dejar caer las políticas de lucha contra la pobreza infantil. El acuerdo solo recoge 180 millones, aproximadamente un 7,2% de la cantidad que ambos partidos consideraban necesaria para combatir esa pobreza. De nuevo, pues, la infancia más vulnerable se puede quedar fuera de los presupuestos

No entiende la clase política que no se puede esperar más, que invertir en infancia es urgente y que la infancia no entiende de ideologías. Pero el futuro de muchas familias y del país necesita consensos sociales que miren este “ángulo oculto” de la pobreza infantil que atrapa a tantas familias y a tantos niños y niñas. 

Remediar este problema es, pues, más barato que costear las consecuencias. Un alza en las ayudas económicas a las familias más vulnerables de los 24,25 euros actuales a 100 al mes para cada hijo, por ejemplo, supondría una inversión anual  de 0,22 puntos del PIB (2.400 millones de euros). Se trata de una cantidad reducida si se la compara con el peso social de de esta lacra, que ronda los 5 puntos del PIB.

Si no se toman este tipo de decisiones políticas el porcentaje de infancia en riesgo de pobreza y de exclusión en España apenas se reducirá en 2030 en comparación con la actualidad. Esta tasa, que hoy afecta a un 28,3% de los niños, pasará al 26,5%. O sea: la pobreza infantil de habrá cronificado.

A Toñi, Juan y Gregorio estos datos les resbalan un poco. Ellos tienen a esa pobreza en su propia casa, en su cuarto de estar, en su cocina y, sobre todo, en las frágiles espaldas de sus hijos. Toñi, que ha estado en silencio dice: “Mis hijas desde chiquitillas se han tenido que acostumbrar a que yo les diga que no puedo comprarles cosas”. Pago los cafés.

Fidel Aizpurúa Donazar, OFMCap Logroño