Estamos en octubre. Las nieves asoman en las montañas y se anuncia el frío del invierno. Otro invierno más con la pobreza energética como compañera de camino. En el hogar del jubilado se está divinamente. Abre de 6 a 9 de la noche. Se puede pasar toda la tarde echando la partida, calentita y sin gastar un céntimo.
Antonia y Manoli han venido a buscar a su madre Inocencia para acompañarla a casa. Están en paro y hablamos un rato sentadas a la mesa de las cartas. Cuando decimos que la pobreza energética afecta sobre todo a hogares con mujeres mayores a su cargo, monoparentales y con niños dicen: “que nos lo digan a nosotras”.
Ellas no saben de planes de los lobbys eléctricos, ni de estrategias del Gobierno, pero tratan al frío de tú a tú con una fortaleza digna de mejor empeño: “Si hace frío, te abrigas y te aguantas”. Ellas lo combaten con las armas de la derrota: te dejas la bata puesta a la hora de dormir, te enfundas un segundo par de calcetines y unas cuantas camisetas interiores, "te acurrucas con los críos delante del televisor con una manta en las rodillas”.
“Es que el frío, dice Antonia, desnuda a la pobreza, ya no tienes gastos en donde recortar, ya no tienes modo de ahorrar, lo único que puedes hacer es echarte otra manta encima, ponerte otra camiseta interior. Y ojalá que este bochorno no sea comidilla en el barrio. Mi casa se ha ido desnudando, deshilachando”, y se le quiebra la voz.
Y Manoli apoya desde su lado: “Mi hermana me regaló estas Navidades unas botas que son una maravilla. Abrigan un montón. No me las quito en todo el día. Hasta las llevo en casa. Hace años que no pongo una estufa. No puedo ducharme en menos tiempo, no puedo comer menos. Cuando no tienes dinero, todo es carísimo”. Inocencia, su madre, la mira con intensidad, como quien se compadece.
Estas mujeres no saben que el gran ogro de todo esto es UNESA, ahora AELEC, la Asociación Española de la Industria Eléctrica que aglutina a las cinco grandes eléctricas de este país (Endesa, Iberdrola, Gas Natural Fenosa, EDP España y Viesgo). Ella es las que impone su ley a las otras más de 600 eléctricas menores, las que dialogan mal con los Gobiernos sucesivos que les hacen el juego, las que racanean con el bono social eléctrico y, en el fondo, quieren mantener la situación de una España que es el cuarto país de la Unión Europea con la electricidad más cara, detrás de Dinamarca, Alemania y Bélgica, mientras que el salario medio de los españoles está por debajo de la media de la UE. No lo saben estas mujeres, pero este lobby es la razón de no pocas de sus desgracias y es el que propicia que el frío sea coadyuvante en el escalofriante dato de que sea causa de más de 7.000 muertes en España al año, casi el doble que los accidentes de tráfico.
Los últimos Gobiernos han querido paliar esta sangría con poca decisión mirando siempre de cara a la galería. Crearon el bono social eléctrico al que solo han accedido el 13% de los hogares estimados. Con lo que se puede tildar de rotundo fracaso. Hay que partir del frío dato de que el 11% de los hogares españoles (más de 5 millones de habitantes) se declaran incapaces de mantener caliente su casa. El Gobierno anterior dijo que se acogerían a esta medida del bono 2,5 millones de hogares. Pero solamente lo han hecho algo más de 300.000. ¿Por qué? Por varias razones: las actuales condiciones para la aprobación del bono social eléctrico son mucho más estrictas y con una tramitación compleja que puede llevar al consumidor que necesite solicitarlo a desistir y no acogerse a él. Además, el Gobierno no promueve ni garantiza que el reducido número de usuarios que tienen derecho al bono se enteren de ello. Hace como si esto no fuera con él, a pesar de tener principal competencia en materia de energía.
Pero el gran problema, como decimos, son las eléctricas y sus prácticas enriquecimiento: mucha gente en situación de pobreza tiene contratada su luz con una de las 662 comercializadoras de este país que no pueden ofrecer el bono, porque el Gobierno solo ha querido que lo den las 8 comercializadoras del oligopolio (las 5 de AELCA y 3 más). Eso sí, el bono social lo tienen que pagar todas las comercializadoras solidariamente en base al número de clientes, llegando a tener que aportar algunas el 40% de sus beneficios para costear un bono social que no pueden ofrecer a sus clientes. ¿Imaginamos a Endesa o a Iberdrola aportando el 40% de sus beneficios para pagar una ayuda? Así se convierte el bono en un arma de destrucción masiva de la competencia.
Esto ya no es, pues, un problema de economía, sino de modelo de democracia. Hablamos de pobreza energética como consecuencia de un problema que prioriza el lucro sobre las necesidades de las personas Y por eso el problema es cómo avanzar en el derecho a la energía. Se habla, por tanto, de unión para hacer frente juntos al tremendo poder del oligopolio y a su perversa influencia sobre los reguladores.
Nada de eso saben Manoli, Antonia e Inocencia, aunque sea ellas quienes más sufren las consecuencias. Las dejamos con su dura experiencia en el ángulo ciego de pobreza energética: “La bombona de butano, una vez que parece gastada, puedes inclinarla, incluso ponerla boca abajo. Los restos de gas no servirán para darse una ducha caliente, pero sí para calentar cualquier cosa en los fogones de la cocina”. Esto es lo que saben.
Fidel Aizpurúa