Siempre me ha gustado observar con atención el comportamiento de las personas, en especial de jóvenes y adolescentes. Entender cómo piensan, qué objetivos tienen y cuál es su percepción del mundo en que vivimos.
Últimamente capto una continua evolución en la juventud a la par que un continuo cambio en nuestra sociedad. Pues no es lo mismo un joven de hoy que un joven de hace 20 años. Pero sí encuentro algo en común a todos y es las ganas de aprender, de vivir y de soñar. Por ello, quiero compartir con vosotros la historia de Pablo.
Pablo tiene 22 años, si lo viésemos en un grupo de gente de su edad no destacaría nada y su aspecto físico no nos llamaría la atención, parece uno más. Todo cambia si empezamos a hablar de su historia personal. Es un joven que ha tenido que madurar muy rápido y a pesar de su juventud física, su mente y su comportamiento es completamente la de un adulto que tuvo un proceso de madurez en solitario y sin apoyos.
Con 16 años decidió dar por finalizada su etapa escolar y ponerse a trabajar para colaborar con la economía familiar. Cuenta que es el pequeño de tres hermanos y todos vivían en una casa de tan sólo una habitación. Decidió entrar en el mundo laboral porque en la familia únicamente había un único ingreso, su padre tiene un trabajo de conserje.
Para mí es inevitable pensar en todos los jóvenes que conozco, con todas esas comodidades donde tienen una habitación para ellos solos a todo confort, con un alto grado de privacidad y servicios digitales.
En una conversación me comentó que él tenía muy claro que su objetivo personal era trabajar para ahorrar y poder salir de su país. Así podría aprender un oficio y estudiar idiomas ya que en su país, Perú, esto es muy complicado o casi imposible.
Siempre dice que tuvo suerte de encontrar un trabajo de repartidor, allí trabajó 12 horas diarias de lunes a sábado durante muchos meses. Así colaboraba en la economía familiar y podía ahorrar para cumplir su sueño.
Cuenta que la sociedad donde nació y vivió le obligó a madurar demasiado rápido y a darse cuenta de que necesitaba un futuro mejor. Pues cada día corría el peligro de ser asaltado por delincuentes y ladrones, sobre todo el día en que cobraba el sueldo.
Llegó el día de cumplir su sueño y cogió un avión destino a Madrid con muchos sentimientos encontrados, pues dejaba a su familia atrás y cumplía su gran sueño al mismo tiempo. Además de quedarse con la incertidumbre de no saber cuándo podría volver a ver a su familia. Tras 12 horas de vuelo llegó a Madrid y como único equipaje una mochila con tres pantalones, tres camisetas y tres mudas, además de todos sus ahorros, 500€ que llevaba en el bolsillo. Así se dispuso a la conquista de un nuevo mundo para él.
¿Y si ahora que conocemos estos datos lo comparamos con tantos jóvenes de su misma edad que todos los años viajan de Erasmus?
Todos acompañados por sus familias, con viaje y estancia pagada, algunos hasta con algún sueldo o trabajo para compaginar. Todos con su maleta último modelo llenas de artículos y con elementos electrónicos de última generación. Además de no tener que preocuparse económicamente porque sus familias los van a respaldar y viajan tranquilos sabiendo que tienen sus necesidades básicas cubiertas.
A Pablo no le ocurrió así, él estuvo por Madrid deambulando para conocer algo o a alguien que le pudiera ayudar. Después de dos días durmiendo en la calle se encontró con paisanos suyos que le comentaron que en Zaragoza podría tener más suerte, él no lo dudó y cogió el primer billete de autobús a Zaragoza.
Recordó que su familia tiene un conocido en esta ciudad, pues emigró hace ya unos años, lo llamó y éste no dudó en alojarlo unos días. Únicamente estuvo 10 días, pues la experiencia no le fue muy bien y estuvo buscando trabajo sin mucha suerte, así que acabó en la calle de nuevo.
Cuenta que así estuvo varios meses, es curioso porque se siente afortunado de que fueran meses de verano y da gracias por no haber pasado frío. Comenta con curiosidad que creyó que al estar en la calle aquí sería asaltado y que le robarían como en su país de origen y agradece mucho que no fuera así.
A pesar de todo lo vivido él tiene una capacidad enorme de darle la vuelta a las situaciones y está muy agradecido con diferentes experiencias vividas. Cuenta con gratitud que una mujer le dió unos tupers con comida casera, que solía tener conversaciones muy agradables con un tal Señor Tony y las charlas con gente de su edad en el parque.
Cuenta que en este tiempo ha encontrado algo muy valioso y es su segunda familia, la del Centro Social San Antonio, donde recibe todo el apoyo que necesita a nivel de recursos y a nivel afectivo.
Verdaderamente cada experiencia es especial y única, pero por desgracia, la de Pablo es una más de tantos desapercibidos que a diario se encuentran a nuestro alrededor.