Amir, de 28 años, huyó de Siria debido a la guerra. Como tantos otros, su sueño era encontrar seguridad y oportunidades en Europa. Sin embargo, su viaje estuvo lleno de peligros y dificultades. Mientras las familias en todo el mundo preparaban sus festividades de fin de año, Amir se enfrentaba a un frío glacial en un campamento improvisado en Bosnia, con pocas provisiones y sin garantía de un futuro seguro.
Las celebraciones de Año Nuevo simbolizan nuevos comienzos y esperanzas renovadas.
Sin embargo, para los migrantes, estas festividades pueden resaltar su propia desesperación y la falta de un hogar o una comunidad en la que celebrar. Mientras unos brindan por el año que llega, otros se enfrentan a la incertidumbre y la soledad. Si bien algunos países han abierto sus puertas a los migrantes, otros han fortalecido sus fronteras, lo que a menudo lleva a situaciones peligrosas y a la violación de los derechos humanos. La necesidad de una política migratoria más humana y efectiva es más crucial que nunca.
Mientras reflexionamos sobre el año pasado y hacemos planes para el próximo, es esencial considerar también a aquellos cuyas vidas están marcadas por la lucha constante y la incertidumbre.
Es hora de encontrar soluciones compasivas y prácticas para la crisis migratoria.
Luis López