Hace ya unos años, al hilo de la publicación de la encíclica del Papa Francisco Laudato Si, se puso en funcionamiento una campaña de sensibilización bajo el nombre de ENLÁZATE POR LA JUSTICIA. La campaña, de la mano de Cáritas Española, Manos Unidas, CONFER, Justicia y Paz y Redes, pretendía sensibilizar sobre el contenido de la encíclica y poner el foco en la relación existente entre el cambio climático, la sobreexplotación de los recursos y la cronificación de la pobreza. Miseria humana y natural son dos elementos que en el propio texto de Francisco se entremezclan sentando las bases de lo que se entiende por Ecología Integral, una concepción amplia de la creación, una mirada que enlaza al ser humano como hermano y hermana de la naturaleza.
Al hilo de nuestra entrada en la red de entidades de cooperación al desarrollo Redes, creíamos conveniente recordar el decálogo que acompaña a la campaña y cuestionar nuestro compromiso individual y colectivo, como SERCADE, ante los retos que plantea.
El decálogo comienza con el compromiso de “escuchar el clamor de la tierra y de los pobres” (primer punto), que lo podemos unir a “apreciarás la diversidad de nuestro mundo” (cuarto punto). En SERCADE solemos decir que el primer paso para comprometerse en la ayuda al otro es que seamos capaces de conmovernos ante el sufrimiento ajeno. Ese ejercicio tan aparentemente sencillo cuesta revitalizarlo por el constante bombardeo de imágenes crudas y tremendas que nos vuelcan los medios de comunicación y las redes sociales. El umbral del asombro es cada vez más alto y aquel niño Aylan muerto en las costas europeas que desencadenó una suerte de actos de solidaridad no es ya suficiente ni para asombrarnos ante la injusticia.
La escucha al clamor de la tierra y de los pobres es además apelar a que las entidades trabajemos no solamente desde nuestra perspectiva de “profesionales de la ayuda” sino que seamos capaces de incorporar al usuario en la toma de decisiones sobre qué hacemos y cómo lo hacemos. Este sencillo acto de empatía que ya aparecía en tratados de cooperación al desarrollo hace quince años es todavía una asignatura pendiente en la mayor parte de nuestras entidades y proyectos. El usuario debe dejar de ser objeto pasivo de atención para incorporarse como sujeto de derecho y acción. Pero eso mueve nuestras sillas, tambalea nuestras seguridades y nos hace generar mecanismos de defensa.
“Redescubrirás el valor de la simplicidad en tu propia vida” (segundo punto), “no supeditarás tu acción a los intereses económicos” (séptimo punto) y “superarás el paradigma tecnocrático” (décimo punto) son un canto a la rebelión de todos nuestros modos de vida. Ya no basta con buscar medios alternativos de movilidad, ya no es suficiente con cambiar los envases de plástico por otros biodegradables… es necesario dar un paso más: la reducción del consumo y la opción por la reutilización de los recursos. Hemos creado un estilo de vida que premia la temporalidad en el uso de las cosas… la vida útil de un objeto se marca de fábrica, las prendas de ropa se abaratan a costa de la precarización laboral del sur global y se convierten en pantalones de temporada, las casas se redecoran por la simplicidad del gesto de tumbar lo que no nos gusta y escoger una nueva estética que llene de ilusión el hartazgo de los muebles del verano pasado… Somos genocidas de recursos al arbitrio de sensaciones placenteras pasajeras. Parar el cambio climático ya no solo depende de pasar de la nuclear a la eólica… pasa por reducir la necesidad del recurso.
Los puntos tres “valorarás la importancia de tus comportamientos cotidianos”, cinco “animarás a una conversión personal, eclesial y comunitaria” y seis “impulsarás las decisiones necesarias aunque sean costosas” nos invitan a no detenernos ante la envergadura de los problemas. La incapacidad de resolver la pobreza en el mundo no implica que uno no deba reducir el consumo de alimentos de origen animal para promover nuevas formas de alimentación más sostenibles. Cuestionar los propios hábitos es el primer paso para irradiar compromisos individuales a nuestras comunidades. Pero sí, así es, es un hecho que los cambios necesarios para frenar la desigualdad deben ser promovidos a nivel general. El compromiso político y la participación en acciones colectivas son gestos que multiplican. Los Friday’s for future por ejemplo son un canto a la transformación que provocan ilusión y esperanza. Seguramente en tu entorno más cercano habrá iniciativas de ONGs, grupos de iglesia, asociaciones de barrio, etc. en las que puedas participar. Solamente desde una pedagogía fraterna seremos capaces de transformar los modos de vida.
Por último, nos interesa especialmente el diálogo de los puntos octavo “bucearás en tu propia tradición espiritual” y noveno “asumirás los consensos científicos”. A priori parecieran dos afirmaciones antagónicas, pero fácilmente podemos encontrar la manera de hilvanar ambos compromisos. El cambio climático no es una cuestión de creencias… a pesar de las dudas que algunos pretenden generar, no es el invento de cuatro activistas hippies trasnochados. Los cambios medioambientales generados por el impacto de la sobreexplotación del ser humano son una evidencia compartida por toda la comunidad científica. Uno puede decidir cómo actuar frente al deterioro de la vida natural y humana, pero negarlo no es una opción más que para los tontos.
Pero es que, además, aquellos que tenemos una vinculación moral, emocional o profunda con una creencia espiritual, tenemos no solamente el imperativo de la ciencia, sino el compromiso que nace de lo más íntimo. Al igual que en la ciencia existe un consenso de “espiritualidades” que nos reclama una actitud de cuidado ante la creación. Lo es desde la religión católica (Salmo 104), para los musulmanes (Corán, 45) y en las cosmovisiones de los indígenas de cualquier parte del mundo que ligan su vida con el respeto a una naturaleza que es más que una simple herramienta.
Creemos que hace falta una lectura ecológica de la vida que identifique en qué medida la degradación del medio ambiente está siendo causa o consecuencia de nuestras actuaciones; pero también creemos que es necesario dar pasos concretos y decididos. En SERCADE vamos a iniciar una revisión a fondo de todos nuestros procesos (la comunicación, los recursos utilizados, la política de relación con las personas, el contenido de cada proyecto y servicio, etc.) con el fin de hacer una apuesta real en este sentido. Os iremos contando…